De Zorba el griego a Peru-Nebraska. Una video-historia

Revista Poder

Was it destiny?
I don’t know yet

Blondie

Sabiendo que soy hincha de Javier Cercas, Carlos León me preguntó hace algunos meses, cuál era nuestro “instante”, es decir ese momento político registrado en video del cual los peruanos podríamos hacer una interpretación equivalente a la que el escritor español realizó en su iluminador libro Anatomía de un Instante. Luego de aquella pregunta por nuestro instante, José Luis Falconí, investigador en el departamento de Historia del Arte en la Universidad de Harvard, me pidió que fuéramos más lejos en la relación entre política y video en el Perú contemporáneo. Charlamos largo y tras la conversación el tema me quedó martillando la cabeza. A decir verdad, no tenemos un instante, más bien, poseemos una historia contemporánea pauteada por varios video-instantes cruciales; una video-historia extrañamente rica, peculiarmente densa.

Adiós pueblo del siglo XX

Como se suele decir, fue el inicio del fin de Sendero Luminoso (SL). Era 1989. Casi que no podría haber sido otro año. 1989, el mundo y el Perú se trastocaron. En el plano internacional se derrumbó el muro de Berlín y aquí la alcaldía de Lima la ganó Ricardo Belmont. Nos salíamos de un molde y tomábamos rumbo incierto. Pero la incertidumbre inherente a 1989 no cubrió a todos. Ese mismo año SL clausuró su primer y clandestino congreso nacional en una casa de Monterrico en Lima. Aunque riesgoso, la posteridad merecía registro de tan “histórico” evento. Envueltos en atuendos chinescos y entre los grititos disforzados de las camaradas (que eran mayoría en el ágape), Abimael y sus máximos dirigentes se sacaron fotos y grabaron un video. Después de todo, las leyes universales del marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento gonzalo se habían confirmado, el viento de la historia estaba con ellos, habían llegado al “equilibrio estratégico”, el Estado caduco ya se desmoronaba y la victoria se acercaba. Las buenas nuevas se celebraron bailando Zorba el Griego.

Sin embargo, no vimos el video hasta enero de 1991. Como todo el mundo, recuerdo haber quedado de una pieza frente a la tele. No estaba muerto y andaba de parranda. Incluso verlo hoy me da escalofríos. Si el video retrata la efervescencia de los senderistas, también refleja la zozobra de aquel país. La sala lúgubre y clandestina, el vestuario de luto que llevan los senderistas, todo recuerda el ensimismamiento y desasosiego peruano de fin de los ochenta. Se trata de una liturgia de poca monta, bastante loca y, sin embargo, perturbadora. Gonzalo Portocarrero ha hecho un análisis de dicho video centrándose en la relación entre Guzmán y sus camaradas. Sin embargo, la importancia de ese video se materializa, creo yo, menos en esa sala y sus diecinueve ideologizados huéspedes que cuando todo aquello se divulgó e hizo combustión al contactar el mundo exterior.

El video es más que el fin de SL. Al hacerse pública esa ceremonia desbocada, exagerada y caricaturesca se liquidó buena parte de nuestro siglo XX. SL, al ser la versión más radical de varias de las características de la vida política peruana del siglo XX, arrastra hacia su tumba a todo un universo político. En primer lugar, muere junto a ellos la política doctrinaria, ya no habrá más intelectuales ni teorías en competencia por el poder en el Perú. Desaparece con ellos, también, la política como pariente de la guerra. Da su último suspiro el gran ciclo de movilizaciones sociales estrenado en los cincuenta con las tomas de tierras en el Cusco. En tercer lugar, como han recordado varios especialistas, SL había sido el único partido político peruano de izquierda fundado sin contacto alguno con partidos ni sindicatos limeños. Pero ese vehículo eminentemente provinciano queda herido de muerte en una casa de la capital, una capital que durante la segunda mitad del siglo XX se ha almorzado al resto del país. Finalmente, con ese grupo de intelectuales de provincia que eran los senderistas —si la descripción lo pone nervioso, querido lector, no hay problema, agregue “terrorista”— también se entierra a la provincia peruana en tanto actor político.

Sin embargo, más que nada, SL arrastra hacia su fosa común una postura y un vocabulario. Todas las palabras que pasaron por bocas senderistas fallecen ahí mismo como alcanzadas por un veneno eterno: pueblo, popular, imperialismo, cualquier cosa “roja”, clase, socialismo, rebeldía, organización, social, marxismo, camarada, etc…  A partir de entonces, cuando alguien intente rescatarlas será irremediablemente asimilado al universo terruco y liquidado por el mismo veneno eterno. Lo que observamos en el video de Zorba el Griego es fundamental para esto. Se ha dicho muchas veces que la violencia desatada por SL explica mucho del Perú posterior. Y no es incorrecto. Pero, en realidad, tanto como ella, importa la puesta en escena del mundo senderista en la cual no figura la violencia. Ni en el video de Zorba el Griego ni en el de la captura de Abimael Guzmán vemos un arma, no hay bombazos, disparos, ni siquiera oímos un buen conchetumare. En realidad, esos videos deslegitiman una forma general de hacer política porque, justamente, no hay violencia en ellos, porque son la otra cara de Tarata o Lucanamarca. Esos videos le demuestran al Perú cansado de guerra que el senderismo, además de ser una forma de violencia radical, es sobre todo una imbecilidad radical. Que no había forma de perder esa guerra.

Voltear la página

Todos hemos visto las imágenes: tanquetas frente al Palacio de Justicia y el Congreso Nacional, parlamentarios rochabuseados aferrándose a una bandera, Roberto Ramírez del Villar preso en su propia casa dando declaraciones a través de la ventana, Máximo San Román poniéndose la banda presidencial, entre otras. Todos episodios de protesta sin ningún éxito contra el auto-golpe de Alberto Fujimori el 5 de abril de 1992. Pero entre todas esas imágenes siempre he pensado que la más simbólica es la del intercambio de palabras entre Felipe Osterling, defenestrado Presidente de la Cámara de Senadores y un grupo de soldados impidiéndole el paso hacia el Congreso unos días después del golpe. Es un feo drama. Osterling está ahí más solo que la luna. No tiene a nadie detrás de él, no hay una portátil, no hay congresistas, tampoco un militante o ayayero, ni siquiera atrae curiosos (para ser honestos a su lado aparecen un par de personajes que asemejan estatuas de cera). A favor suyo, en realidad, solo tiene a la constitución. Enfrente un grupo de soldados. Osterling reclama porque le impiden el paso y aunque afirma varias veces que protesta “enérgicamente”, su soledad, sus modales y cierto tono de fait accompli impiden percibirlo particularmente enérgico.

El diálogo  entre Osterling y el soldado que da la cara es memorable. Ellos le repiten varias veces que el paso está prohibido y él reitera que quiere hablar con algún oficial que le brinde explicaciones. La conversación no prospera y entonces Osterling les recuerda que él es el Presidente del Senado de la República a lo cual el soldado retruca que él puede ser muy presidente de lo que quiera y luego agrega de manera inmejorable: ¡usted está acá perturbando el orden!, haga el favor de retirarse y presentar su reclamo a quien corresponda.

El diálogo contiene el carácter central del nuevo Perú. Es un momento fundacional, se pasa a un nuevo capítulo. En las palabras de ese soldado cabe casi todo el país político contemporáneo. Osterling no lo sabe pero parado ahí ya es un representante del antiguo régimen, está buscando regresar vanamente a otra etapa de la historia y ese cachaquito anónimo lo obliga a quedarse en su universo clausurado, en el pasado. Es el fin de los partidos, de los notables, del congreso, de la deliberación. Se estrena un país político más prepotente y también más popular. Efectivamente, nace un nuevo orden que el soldado protege como una considerada partera. Osterling está perturbando al neonato con sus pretensiones de otra época. Ya no es la hora del Parlamento ni de sus parlanchines, se estrena el predominio imbatible del Ejecutivo.

Tiempo Nublado

Era un secreto a voces que el fujimorismo compraba congresistas elegidos en listas opositoras para así conseguir la mayoría que les había sido esquiva en las elecciones de abril del 2000. Los rumores mencionaban cientos de miles de dólares desembolsados por cada tránsfuga. Pero creo que fue Vargas Llosa quien puso en duda la historia pues con bastante lógica afirmó que jamás la basura había sido tan cara. El tiempo le dio la razón. El 14 de setiembre del 2000 todos vimos una de esas transacciones. Fue el primero de una serie de “vladivideos”. Fuimos testigos de lo que luego sería habitual, el asesor poderoso repartiéndole dinero a buena parte de una elite política y económica que llegaba a la famosa salita del SIN a ser corrompida; la corrupción en su forma más obscena.  En este primer video Vladimiro Montesinos compraba al electo congresista Alberto Kouri por quince mil dólares. El diálogo es rápido, Kouri aparece con las piernas cruzadas y recostado sobre el sofá como si fuesen a discutir algo que requiere cierta solemnidad; Montesinos, en cambio, está sentado al borde de su sillón para así ponerse de pie en cuanto finiquite la compra-venta, ¿cuánto?, bueno…, ¿cuánto?, tratemos de…, ¿cuánto… diez?, Kouri sugiere quince, ya pues quince, Montesinos se reclina hacia su izquierda y extrae otro fajo del bolsillo, lo introduce en el sobre, aquí está, quince, Montesinos ni mira a su interlocutor que parlotea sandeces, se nota que no le tiene paciencia, lo basurea y Kouri no lo defrauda, doctor, ¿y sobre la posibilidad de recuperar mis gastos de campaña?, pero Montesinos ni siquiera alza la mirada, ya, piensa pues y el lunes o algún día me avisas, más bien fírmame aquí, hoy estamos 5 de mayo, ¿verdad?…

Durante años se había hablado de los videos de Montesinos, se sabía que chantajeaba a medio Perú. Otra vez un video es el inicio del fin. Siempre me ha divertido imaginar el fulminante escalofrío que sintió tanta gente cuando se ventiló el video de Kouri. Cientos de personas en distintos puntos del país debieron saltar de la cama o del sofá, ponerse de pie frente al televisor y pronunciar un angustiado “uy chucha”. Y siempre he sospechado que ese pánico anónimo y vasto explica en buena cuenta el descalabro del gobierno fujimorista. Nadie sabía cuántas cintas se habían filtrado. Y el terror hizo tiras cada pata del gobierno de Fujimori, dueños de televisoras habían recibido millones en esa misma sala, empresarios habían arreglado problemas en el poder judicial, jueces y vocales planeaban ahí sus fallos, dueños de periódicos sacaban fajos de billete a cambio de ser unas criadas del régimen, los fujimoristas recibían dinero para sus campañas (y varios de la oposición también), estrellas de televisión y hasta ídolos nacionales del deporte habían chapoteado en ese charco. El propio Fujimori entró en un ataque de nervios y se las ingenió para que nunca viésemos sus videos. En fin, el gobierno quedó parapléjico de pánico y sucumbió.

El fujimorismo siempre querrá hacernos creer que el buen Alberto nada tenía que ver con Vladimiro. Pero trabajaban el uno para el otro. El fujimorismo ha repetido durante años que salvaron al país y, efectivamente, cierta recuperación del país sucedió mientras estaban en el poder, pero lo que no debemos olvidar, y que el video Kouri-Montesinos nos recuerda, es que también dirigieron el país al abismo y que hubiéramos terminado hundidos como la Venezuela de hoy si gracias a dicho video no empezaba a desmoronarse el gobierno de Fujimori. Entre 1997 y el 2000, el país no había crecido económicamente, las instituciones eran masacradas, el fujimorismo protegía y amparaba todo tipo de crimen y agudizó una polarización que llevó a la gente a las calles generando muertos totalmente innecesarios. El Perú democrático post-Fujimori debió rescatar un país parado económicamente e inválido en términos institucionales.

“El Perú es una gran marca”

El popular y celebrado spot Peru-Nebraska es distinto de los tres videos analizados hasta aquí. No es un documento de veracidad equivalente. Y, no obstante, es un video que como los anteriores captura el espíritu de su tiempo. Y que, como los otros, no solo refleja una época sino que también le da forma. Finalmente, Peru-Nebraska, es un contraste inmejorable con el resto de  videos analizados, con el país que todos ellos reflejan, y hace patente los cambios acaecidos en un par de décadas.

El video Peru-Nebraska fue realizado por la agencia de publicidad Young & Rubicam por encargo de PromPerú. No está destinado, como otros spots patrocinados por dicha agencia, al extranjero sino al mercado doméstico. En tal sentido, en un país donde el Estado tiene alergia a financiar productos o eventos culturales, donde los museos deben sobrevivir por la vía del sector privado o la cooperación internacional, este es uno de los mayores productos culturales financiados por el Estado peruano en los últimos años. Acaso el único artefacto de “construcción nacional” que hemos conocido en décadas. El mensaje principal de este documental impecablemente realizado es explícito: el Perú sale a la conquista del mundo. El nuevo Perú, opulento y chévere, es, además, generoso pues viaja a Norteamérica a salvar por vía de la colonización a un pueblo perdido de Nebraska. Es un país abierto al mundo y las tomas en exteriores y desde el aire, el cielo azul, refuerzan esta apertura. El Perú aparece, acaso por primera vez en nuestra historia, como posibilidad y no como problema.

Como cualquier colonizador que contacta por primera vez a su colonizado, al llegar los peruanos del sur proceden a enunciar los derechos que los indigentes peruanos del norte poseen, aunque desconozcan. El primero y principal, ya lo saben, es que todo peruano tiene derecho a comer rico. El resto de derechos no parecen ser tan importantes. De hecho, quien maneja el bus de los peruanos es Gastón Acurio, dejando pocas dudas de quién y qué ejerce el liderazgo de esta propuesta de país. El derecho a bailar huayno o el derecho a surfear (“ustedes tienen derecho a meterse unos tubaaazos”) palidecen frente al derecho a la sazón. Es decir, el Perú tiene clara sus ventajas comparativas, para hacer feliz a nuestros colonizados les ofrecemos “sabor”, literalmente por la vía de los cucharones o bajo la música y baile de Perú Negro.

Los colonizadores son también bastante sintomáticos de cómo se percibe a sí mismo el Perú de hoy y, a su vez, de cuáles son los modelos del buen peruano, de quién merece ser un embajador. Es, sobre todo, un peruano exitoso en el extranjero, un hombre globalizado: Juan Diego Flores, Sofía Mulanovich, Magaly Solier, Gastón Acurio. Es un país saludablemente deseoso de fusionarse con el mundo. Asimismo, creo que por primera vez vemos una puesta en escena del Perú cuya fuente de orgullo no descansa en viejas ruinas, sino en el futuro, en su potencialidad. En los spots destinados al extranjero Macchu Picchu está siempre presente, pero en éste para consumo interno somos puro horizonte. Finalmente, cuando el video encara el último tramo, la voz en off vuelve al tema de aquellas cosas que nos llenan de orgullo y que queremos compartir con los desatendidos habitantes de Peru-Nebraska y mientras se dice esto aparece en la pantalla un recorte de periódico cuyo titular señala “Economía a todo galope: creció 10%”. Y luego un fuego artificial también celebra ese 10%. En suma, el video se abre con el derecho a comer rico y se cierra con el orgullo de crecer a 10%: nadie podrá decir que no es el resumen de nuestra época.

Ahora bien, el video Peru-Nebraska también es relevante por aquello que deja de lado, por lo que no ilumina. Aparece ahí un país sin política, sin conflicto, sin diferencias, reina la concordia que emana de nuestro bendecido paladar. No en vano, dos décadas atrás al enunciar los apellidos Acurio u Osterling hubiéramos pensado en dos prominentes políticos; en el nuevo Perú, en cambio, son dos chefs (con más poder que sus padres, además). Es un país, también, esencialmente costeño, limeño, acriollado, chisposo. El resto del país está representado brevemente por Dina Páucar (cantando en una escena y paseando a una llama en otra). También es un país post-intelectual, y acaso anti-intelectual, más sensorial que sentimental. Es curioso que el único escritor peruano que aparece fugazmente en el video sea César Vallejo, alguien que, mucho me temo, tendría serios problemas para reconocerse en este Perú alegrón, post-intelectual, limeñizado y cuya última oración, llena de feeling, define a nuestro país, el Perú, como una “gran marca”.

Fin

Son solo dos décadas pero parece una vida: de Abimael celebrando nuestro colapso al Perú que parte a salvar norteamericanos necesitados. De un país lúgubre y asfixiado como la sala de Guzmán a uno abierto y lleno de luz como el cielo de Nebraska. El Zavalita de hoy, al salir de sus clases de periodismo en una universidad privada, mira la niebla y se pregunta cuándo se había salvado el Perú. En realidad, ni siquiera. Este Perú tiene pocas preguntas y no hay tiempo para dudas existenciales. Que las padezcan los sobrevivientes de otros siglos; ellas escasean entre los fieles del emprendedurismo, no se medita en el templo de Gamarra. Por primera vez el alivio de respirar fuera del drama milenario; por fin la vida sin pretensión telúrica. Consumir o resignarse. Pablo Macera dijo alguna vez: quien se siente feliz en el Perú es un miserable. Pero ahora me cuesta entender ese dialecto extinto. Son los costos de tener un país mejor. Y también más frívolo.

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