“Ahora tenemos que elegir el mal menor en primera vuelta”

Autor: Gerardo Caballero

Alberto Vergara es investigador posdoctoral de la Universidad de Harvard. Hoy presenta su libro “La danza hostil. Poderes subnacionales y Estado central en Bolivia y Perú” (IEP). Aprovechamos su estadía en Lima para conversar con él sobre nuestra realidad política y el panorama electoral en ciernes.

–Quince años después de la caída de Alberto Fujimori, Keiko Fujimori tiene casi el 35% de intención de voto. ¿A qué atribuye esta situación?

Hay tres factores: uno, el apellido Fujimori, que es una marca, sólida, que transmite un mensaje de seguridad y orden económico. Dos, Keiko Fujimori ha viajado mucho, ha tratado de tener una organización, que se ha ido asentando en el tiempo. Este 34% no le ha llovido del cielo hoy. Tres, hay elecciones: Es un país en el cual hay un electorado azadazo y un elenco estable de candidatos lamentable. Entonces, la gente prueba: probó con Toledo, se decepcionó; probó con García, se decepcionó; probó con Humala, se decepcionó. La siguiente en la fila es Keiko. Ella va a tener muy probablemente su oportunidad también. Y muy probablemente decepcionará también. Hay una alternancia consustancial a la democracia que hace normal que todos sean presidentes en algún momento.

–¿Considera que es lo más probable que Keiko Fujimori gane la presidencia?

Hay una frase que le atribuyen a Mahoma: El futuro está hecho para desmentir a los profetas. Pero no hay que ser muy sabio para darse cuenta de que, a no ser que ella cometa errores monumentales, está enrumbada, muy probablemente, a disputar la presidencia.

–¿Contra quién? ¿Podría ser César Acuña?

Acuña representa lo mismo que los otros, solo que construido a nivel subnacional. Él y su movimiento han presidido en el norte del país esa convivencia entre crecimiento económico y desestructuración, pulverización y desmantelamiento de la vida política y social, con inseguridad. Si no es cómplice de esa situación, al menos ha sido un convidado de piedra. Es lamentable que con esa experiencia a nivel subnacional pretenda llegar a nivel nacional.

–¿Es posible que su intención de voto siga creciendo y llegue a segunda vuelta?

No veo ninguna razón para creer que no. Tiene algo de organización, tiene dinero, no tiene escrúpulos, y, como decíamos, debe seducir a un electorado sumamente disgustado con lo que existe.

–Alan García ha ganado dos elecciones y en una llegó a la segunda vuelta. ¿Cree que en el 2016 podría tener su peor resultado electoral?

García ha demostrado varias veces ser un candidato formidable. Pero también ha demostrado ser un gobernante mediocre. No fue un líder: En ninguno de sus dos gobiernos lideró las reformas que el país necesitaba: en ambos gobiernos profundizó la inercia que recibía. No es un estadista. Y si a eso sumas los narcoindultos, la política del chaveteo y callejón en la cual está embarcado, el plagio de planes de gobiernos, todo es un verdadero combo de chambonadas y deshonestidad. Lo sorprendente sería que la gente lo quiera.

–Hay hasta cinco candidatos que parecen representar el mismo modelo. ¿Por qué no hay ningún candidato de izquierda o centroizquierda entre ellos?

La izquierda electoral ha desaparecido por sus propios errores. Ganó la alcaldía de Lima, apoyó a Ollanta Humala y ganó con él la presidencia, pero luego no supo administrar esa lotería. Se farrearon el capital político que les cayó del cielo, y hoy están sufriendo las consecuencias.

–¿Qué sensación le genera este panorama electoral?

La novedad de esta elección es que ahora tenemos que elegir el mal menor en la primera vuelta. Creo que es una elección que se anuncia triste, depresiva. Abril es el mes más cruel, dice el verso con el que T. S. Eliot abre “The Waste Land”. Creo que para los peruanos que solemos votar en abril ese verso tiene un significado adicional. En fin, nadie va a elegir con un cachito de esperanza. Al menos el 30% de gente que votó por Humala lo hizo por convicción, con esperanza. Pero en esta elección tal vez solo el 8% del voto duro fujimorista va a celebrar.

–¿Por qué?

Es la primera elección en la que está claro que el crecimiento económico no bastaba para desarrollar el país. Por primera vez nuestras élites tecnocráticas, políticas, empresariales e intelectuales, que durante años estuvieron embelesadas por el crecimiento económico, se han dado cuenta finalmente, y el país se ha dado cuenta, de que el Perú podía ser rico y subdesarrollado. Pablo Escobar dijo en algún momento: “Yo no soy un hombre rico, soy un pobre con plata”.

–Y eso es el Perú.

El Perú se ha dado cuenta de que podía ser pobre con plata. Lo trágico, lo triste de esta elección es que quienes deberían revertir esta situación no conocen otro guion que el de la riqueza con subdesarrollo. Esa es la fuente última de desasosiego, desconcierto político que prima en el país. Se nos ha caído la utopía que nos habían vendido de que si crecíamos y crecíamos, nos desarrollábamos. Y no tenemos una alternativa a esa utopía.

–¿Utiliza usted la dicotomía derecha-izquierda?

Derecha e izquierda son dos términos que sirven poco para explicar el Perú políticamente. Lo único que está ordenado en el Perú de derecha a izquierda son los 40 o 50 columnistas que escriben en los diarios. Tú no te haces socialistas o liberal porque te matas leyendo a Marx o a Hayek. Lo eres porque en una sucesión de elecciones votas por un partido socialista o liberal.

–¿Diría que la dicotomía liberal-socialista es útil para entender el Perú?

No sirve ni entre nuestros políticos, que están dispuestos a traicionar cualquier idea en cualquier momento, ni con nuestro elector pragmático y desideologizado. Lo que no quita que haya un panorama a la derecha en términos de lo que serán las políticas públicas que ponga en práctica el siguiente gobernante. Prima una derecha chata y por default.

–¿A qué se refiere exactamente?

Hay un grupo de gente, entre los que tal vez me incluyo, que siendo liberales en lo económico y reconociendo el progreso que el país ha tenido en los últimos quince años, que no queremos deshacernos del modelo [económico] en su conjunto, pero sí nos parece hace tiempo que tiene que haber un ímpetu por una preocupación por el Estado, por las instituciones, por los derechos humanos,  que ha debido acompañar este proceso de crecimiento económico.

–¿Y no hay quien represente a este grupo de gente?

Eso no existe: los cuatro candidatos que hoy lideran las encuestas apoyaron a Keiko Fujimori en la segunda vuelta del 2011, pero este país [el electorado] prefirió a su rival. Es curioso: los cuatro perdedores de 2011 se están disputando la presidencia. Y perdieron por elegir, en la oposición democracia-autoritarismo de ese momento, al candidato que representó al autoritarismo y la masacre institucional del país. Hay un Perú liberal, tanto en el sentido económico como político, sin representación, al que, a falta de políticos, nos representa mejor Vargas Llosa.

–Dice usted que estos candidatos prefirieron en el 2011 la defensa del modelo económico antes que evitar la reivindicación de la masacre institucional.

Eso es lo que nos lleva a una elección triste. El secuestro mental que ha ejercido la economía para sectores de derecha hizo que a quienes decíamos que crecer no bastaba nos llamaran caviares, aguafiestas, que queríamos volver a los 80. Creían que el desarrollo era el número de televisores plasma vendidos en la Navidad. Esa es nuestra derecha, lamentablemente. Ser de derecha e inteligente en el Perú es estar condenado a la total orfandad política.

–En “La danza hostil” ha descrito usted cómo la demanda por la reforma agraria nos llevó a Velasco y cómo la crisis de los 80 nos condujo a Fujimori. ¿Piensas que la ola de inseguridad y delincuencia podría llevar al Perú a un nuevo ciclo autoritario?

Dos cosas: Uno, este gobierno no creó la situación de inseguridad, pero ha dejado que se deteriore con total irresponsabilidad. Es llamativo el desinterés y cuán inútil ha sido este gobierno respecto a ese tema. Dos, como decía Martín Tanaka hace unos días, mientras no se resuelva el tema de inseguridad, estás alentando la salida autoritaria. El permanente llamado de varios candidatos a que los militares salgan a la calle sería rechazado inmediatamente en cualquier país de valores democráticos afianzados.

–¿Podría haber una nueva autocracia?

Para construir el régimen semiautoritario, lo fundamental sería que tuvieras éxito combatiendo el crimen. En la medida en que nadie sabe cómo resolver ese problema parece difícil que vayas a conseguir el apoyo sostenido. Es un tema que se presta para el populismo barato. Pero todos sabemos que eso no sirve de nada. No hay ninguna banda de criminales asustada por los banners de Ántero Flores Aráoz.

–¿El financiamiento público y eliminación del voto preferencial tendrían algún efecto en el nivel de nuestra política?

Efecto pueden tener: lo que no sabemos es si van a tener el efecto que nosotros queremos. Es difícil prever el resultado que genera el choque de instituciones débiles con costumbres fuertes. Lo que es fundamental es impedir el ingreso de dinero sucio a las campañas y eso más que una reforma necesita el fortalecimiento de los órganos estatales que ya existen: Ministerio Público, JNE, ONPE.

–Hay quienes sostienen que el Estado debería proveer a los partidos de fondos para sus campañas, pues así evitaríamos que reciban dinero de fuentes oscuras.

Eso es una ficción. Lo que la experiencia demuestra es que en los países que tienen instituciones débiles y dan dinero público, los partidos obviamente recogen esa plata pública, pero no dejan de recibir el dinero sucio, de informales, ilegales y narcos.

–Estas reformas buscan fortalecer a los partidos. Pero le pregunto: ¿Hay partidos realmente?

Ese es un gran problema. Las reformas están pensadas para ayudar a los partidos, pero no hay partidos y no terminamos de asumir que esa es la situación. Parece un lenguaje de ficción: Se plantea otorgar financiamiento público a los partidos políticos. ¿Pero qué partidos si no hay partidos? De lo que estamos hablando es de financiamiento público a individuos que tienen una vida política, individuos con apoyos efímeros y precarios, y ciertos colaboradores que en épocas electorales los rodean y respaldan, pero sin más horizonte que el de la elección inmediata.

–¿Suele suceder en otros países que los partidos lleven como símbolo la inicial del líder?

El sistema político peruano, en su descalabro, se parece básicamente a Guatemala. No es un problema que existan políticos ligeros, cortoplacistas, mercenarios: el problema es que solo existan esos políticos.

–¿A qué te refieres exactamente cuando dices “políticos mercenarios”?

Que pueden hacer lo que sea con tal de acomodarse a las tendencias. No son políticos que lideran, sino políticos que siguen tendencias, faltos de total iniciativa, que pueden saltar de una propuesta a otra, pueden retractarse en cuestión de horas. No hay lealtad ni a principios ni a seguidores. Es la política calata: desprovista de toda idea u organización.

–¿Ha visto la facilidad con la que se intercambian insultos en Twitter?

Twitter es una bendición para el tipo de político que prevalece en el Perú; es el sueño del político analfabeto. Ya tienes una sociedad política compuesta de políticos muy chiquititos, ahora han encontrado un espacio acorde, en que se dan mensajes muy chiquititos.

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